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Anthony Blake: “Tamariz no me dio un pez, me enseñó a pescar”

BLAKE-ELPERIODICO DE ARAGON

Se hizo famosísimo en el año 2002 cuando dijo que era capaz de acertar el número ganador del sorteo de Lotería de Navidad. Lo escribió en la primera página de un libro que guardó en una urna y unos días después… acertó. Le acusaron de haber metido un enano en la caja de debajo. “¡Pero si medía 25 centímetros, cómo va caber ahí nadie!”, se defiende. Mucho se ha hablado de aquel día que él resume fácil: “Soy mago”. Aquí cuenta sus primeros días, habla de Tamariz, de Uri Geller, de su relación con Pepe Carroll y los magos aragoneses. Y de ‘El sótano mágico’ de Zaragoza, por donde ha pasado los últimos días.

–¿Cómo se pasa de ser José Luis Panizo a Anthony Blake?

–Lo hice fundamentalmente por esconderme de mi madre. Yo estudié medicina y en un momento determinado me quedé colgado por una convocatoria. En ese año sabático los amigos me proponían que fuese a actuar a sus bares y fue entonces cuando me picó el bicho. En aquel momento, en Oviedo los únicos Panizo que había éramos nosotros. Si lo hubiera usado como nombre artístico, me habría señalado a mí mismo con el dedo, teniendo en cuenta que mi madre aborrecía lo que yo hacía. Era una mujer clásica, casada con un militar. Ya sabe, qué le voy a decir a tu padre cuando lo vea… “Titiritero”, me llamaba.

–¿No se arrepiente?

–No. Es la mejor elección que he hecho en mi vida.

–¿Quería ser mago de pequeño?

–No. A los 7 años me llegó una caja de magia, la típica de Borrás de toda la vida. Y se convirtió en una afición, hasta que con 17, 18, 20, 22 años llevaba una baraja en el bolsillo para usarla con los colegas para ligar. Nos ganábamos a las chicas con unos trucos y nos enrollábamos a hablar. Charlar y poco más, entonces lo demás no es que fuera pecado, era milagro. Pero no, nunca pensé que iba a ser mi profesión.

–¿Mago, mentalista o ilusionista?

–Todo. Mago porque hago magia, mentalista porque mi especialidad es el mentalismo e ilusionista porque creo ilusiones.

–En España hay gente que todavía no ha olvidado a Uri Geller. ¿Fue un antes y un después?

–Sin duda. En el mundo entero. Consiguió poner el mentalismo en primera fila y hacerlo muy bien. Recuerdo aquel programa de Íñigo en el que todo el mundo se ponía a arreglar sus electrodomésticos. Yo cogí la minipimer de casa y conseguí que funcionase. ¡Vaya saltos que pegamos en casa! Pero al día siguiente dejó de funcionar. Había una razón. El cable se había pelado de tanto estirar mi madre para desenchufar el aparato y, claro, cuando yo lo enchufé con tanta fuerza, apretando tanto, hizo contacto y arrancó (risas).

–¿Qué dice de Tamariz?

–Lo conocí en Madrid, donde le vi hacer un número que le pedí que me enseñara. “No te lo voy a enseñar, te voy a mandar el libro donde viene”, me dijo. Eso no es darte un pez, es enseñarte a pescar. En mi forma de entender la magia hay un antes y un después de Tamariz. Me enseñó que detrás de la magia está la filosofía de la comunicación, cómo tienes que adaptarte a la circunstancia del espectador y conseguir que se meta en tu propio mundo. Hay que contar una historia que interese a la gente al mismo tiempo que haces magia. Todo par que acabe en eso de ‘no sé cómo lo ha hecho pero me ha fascinado’.

–¿Es verdad que al primer mentalista que vio en su vida fue al aragonés Wossler (José Luis Arcos?

–Sí, señor. Hace muchos muchos años, en 1975 o por ahí. Recuerdo haberle visto dos cosas. La conducción a ciegas, que era fascinante; y otra que hizo en Oviedo, donde le encargo al alcalde que escondiera un objeto en el campo San Francisco, un parque que está en el centro de la ciudad. En aquel momento la electrónica no existía, claro. Él cogió un péndulo cuando entró en el parque y empezó a caminar hasta que llegó al objeto, que estaba en la rama de un árbol. Impresionante. Era todo un personaje Wossler.

–Tuvo también relación con otro genio aragonés, Pepe Carroll.

–Muchísima  relación. Lo lloré muchísimo. Él murió de pena. Cuando estaba saliendo de una crisis gorda, fue cuando le dijeron que su mujer tenía un cáncer brutal y que no había nada que hacer. Ella se murió en noviembre y al año siguiente, la víspera de Reyes, Pepe fallecía aquí en Zaragoza. Era muy buen tipo, tímido pero encantador.

–¿Qué hay en ‘El sótano mágico?

­–El último productor de revista que queda en España y en Aragón (Luis Pardos), que estuvo en estas Fiestas del Pilar con Fernando Esteso y compañía, me decía que yo tenía un caché muy alto, que cómo me podían pagar en ‘El sótano…’.

–¿Y cómo le pagan?

–Cuando me enteré de que dos maravillosos locos (Pepe Lirrojo y Pepín Banzo) habían montado un bar así, conseguí su teléfono y les llamé para decirles que quería ir a trabajar con ellos. No se lo creían. “¡Si nosotros no tenemos para pagarte!”. Pero tenéis una taquilla, nos la repartimos y ya está. “¿Te va a merecer la pena?”, me preguntaban.

–¿Y le merece la pena?

–¿Pero cómo no me va a merecer la pena apoyar una iniciativa así? Llevan seis años peleando contra viento y marea, sacando adelante el sitio. Lo más importante, además, es que es el típico sitio en el que puede empezar gente nueva a ‘trallarse’. Lo que no puede ser, por ejemplo, es que empiecen 500 monologuistas directamente en televisión, que no tiene nada que ver con un directo. Necesitas tener un bagaje con público.

–Dicen que la magia, cuanto más cerca mejor.

–Sin lugar a dudas. Todos mis espectáculos empiezan en sitios pequeños porque si la técnica en corto sirve, cuando te subes al escenario eres dios. Quiero decir que tienes una técnica perfecta. De cerca es donde ves de verdad las reacciones de la gente.

–¿En qué momento está la magia?

–En un momento muy bueno, pero yo la comparo con el periodismo, donde hay muchísimo intrusismo. Aquí cualquier paisano que hace dos preguntas y ya se cree periodista. En la magia hay una generación que nos lo tomamos en serio, pero otra que con 50 euros e internet monta cuatro números y ya se cree mago. En el momento que se encuentra con una mínima dificultad, el número le falla. Y el sitio en el que le ha pasado ya no quiere volver a oír hablar de magos. Cierran puertas más que las abren.

–¿De dónde sale la fuerza de la mente?

–La fuerza empieza por una buena preparación cultural, con más argumentos y mejores defensas. La memoria es un mecanismo natural que se multiplica de una manera exponencial, en la misma proporción que crecen los gigas de los ordenadores, curiosamente. También viene en la seguridad que tengas en ti mismo y en la capacidad de comunicar. En mi caso, además, en mi familia me prepararon desde un punto de vista intelectual muy adecuado. Una vez que tienes las necesidades cubiertas, hay que saber aprovechar todas esas habilidades y capacidades que tienes, no para presumir sino para disfrutarlas.

 

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